Viktor Frankl conoció la fragilidad de la vida en su forma más brutal en los campos de concentración nazis. De esa experiencia límite no nació el resentimiento ni el nihilismo, sino la logoterapia, un enfoque centrado en la búsqueda de sentido. En su obra póstuma “Lo efímero de la existencia”, argumenta que la muerte no es una enemiga a vencer, sino el marco que da valor a cada pincelada de nuestra vida. Sin un final, la existencia se volvería una eterna postergación.
Según su análisis, la conciencia de nuestra finitud nos empuja a la acción. Es el reloj que nos recuerda que cada oportunidad es única, que cada decisión cuenta y que cada vínculo humano es un tesoro irrepetible. Esta urgencia no busca generar angustia, sino inspirar una vida más auténtica y comprometida. Nos obliga a preguntarnos qué es lo verdaderamente importante y a actuar en consecuencia, aquí y ahora.
Frankl también redefine la idea de la despedida. “La muerte es solo un punto final del continuo decir adiós”, escribió. La vida es una sucesión de cierres: de etapas, de lugares, de versiones pasadas de nosotros mismos. Aceptar este flujo constante no es resignarse, sino abrazar la naturaleza misma del vivir, reconociendo el valor de cada momento que hemos transitado y de las personas que nos acompañaron en el camino.
Su propuesta encuentra sentido a través de tres vías: crear una obra o realizar un acto, amar a alguien o experimentar algo, y la actitud que adoptamos frente al sufrimiento inevitable. Estas no son recetas mágicas, sino caminos para construir una existencia que valga la pena ser vivida. Amar, crear y ser resilientes son formas de trascender nuestra propia fugacidad, dejando una huella que perdura más allá de nuestro tiempo.
Estas reflexiones resuenan con una fuerza particular en el Alto Valle. Aquí, donde los ciclos de la tierra marcan el ritmo de la vida, desde el brote de los frutales hasta la quietud del invierno, la idea de lo efímero es palpable. Es un recordatorio de que, como las cosechas, nuestro tiempo es valioso y limitado, y nos invita a pensar qué legado, qué huella, dejamos en esta tierra patagónica que nos define.
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