El gobierno nacional ha modificado las reglas de juego para la exportación de crudo, reduciendo costos para las empresas con el objetivo declarado de atraer inversiones y generar divisas. Es una apuesta macroeconómica de alto vuelo, una señal al mercado global de que Argentina busca ser un jugador competitivo. Sin embargo, como suele ocurrir, las grandes decisiones de escritorio tienen un correlato muy distinto cuando bajan al territorio.
En la zona de Catriel, esta política se materializó en el traspaso de yacimientos maduros a nuevos operadores, como la empresa Petróleo Sudamericanos. Este tipo de áreas, que ya pasaron su pico de producción, requieren una gestión muy fina de los costos para seguir siendo rentables. El cambio de manos es una noticia que, si bien puede garantizar la continuidad operativa, trajo consigo una profunda intranquilidad.
Lo que se escucha en las calles, en los comedores y en cada hogar vinculado a la industria es un runrún persistente y preocupante: que los salarios ya no serían los mismos. Según fuentes del sector gremial y conversaciones con los propios trabajadores, existe el temor fundado de que la nueva gestión busque optimizar gastos ajustando las condiciones laborales. Aunque no hay confirmaciones oficiales, la sola posibilidad desvela a cientos de vecinos.
Este temor no nace de la nada. Se enmarca en un contexto nacional de ajuste y pérdida de poder adquisitivo generalizado. La ecuación que muchos temen es simple: si para exportar más barato se necesita reducir costos internos, el salario de los trabajadores se convierte en la variable más sensible. El beneficio para la balanza comercial del país podría pagarse con el bolsillo de nuestra gente.
La discusión de fondo, que resuena con fuerza en cada rincón de la cuenca, es sobre el modelo de desarrollo. Se plantea la disyuntiva entre una política extractivista que prioriza los números de exportación y un enfoque que ponga en el centro la calidad de vida de las comunidades que sostienen esa producción. La tensión entre la macroeconomía y la economía familiar es hoy más palpable que nunca.
De cara al futuro, y con el horizonte electoral de 2027 en mente, estas realidades cotidianas prometen pesar más que cualquier campaña en redes sociales. El impacto directo en el poder de compra y la estabilidad laboral son factores que definen el humor social en el Alto Valle. La incertidumbre que hoy se vive en Catriel es un reflejo de lo que sucede en gran parte de la Patagonia norte, donde el petróleo marca el pulso de la vida y también de la política.
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