La decisión del matrimonio Macron de iniciar acciones legales, según reportes de medios internacionales, apunta directamente a la comentarista conservadora estadounidense Candace Owens, quien amplificó la teoría en sus plataformas. La estrategia legal incluiría la presentación de pruebas como fotografías de la primera dama embarazada, en un intento por poner un fin fáctico a una campaña de desprestigio que circula desde hace años en círculos de extrema derecha.
Esta narrativa no es nueva. Surgió por primera vez en 2021 en una publicación francesa de ultraderecha y, como muchas teorías conspirativas, se alimenta de la misoginia y el prejuicio. En este caso, la diferencia de edad entre la pareja presidencial ha sido un blanco constante de ataques, y esta falsedad sobre la identidad de género de Brigitte Macron funciona como una herramienta más para intentar deslegitimar al gobierno francés a través de lo personal.
El episodio ilustra un fenómeno global de la era digital: la viralización de la posverdad como arma política. Ya no se trata de debatir ideas o proyectos, sino de destruir la credibilidad del adversario con mentiras que, por más inverosímiles que parezcan, encuentran eco en audiencias polarizadas y desconfiadas de las instituciones y los medios tradicionales. La naturaleza transfronteriza de las redes sociales hace que una mentira gestada en Francia pueda explotar en Estados Unidos y replicarse en todo el mundo en cuestión de horas.
Al llevar el caso a los tribunales, los Macron se enfrentan a una paradoja. Por un lado, buscan una reivindicación formal y sentar un precedente contra la difamación. Por otro, corren el riesgo de darle una mayor visibilidad a la teoría, un fenómeno conocido como “efecto Streisand”. Es la difícil encrucijada que enfrentan las figuras públicas: ignorar la mentira y dejar que crezca, o combatirla y darle el oxígeno de la atención mediática.
Este dilema entre la verdad y su eco viral no es ajeno a nuestra realidad en el Alto Valle. Aquí también vemos cómo rumores y noticias falsas, distribuidas por WhatsApp o redes sociales, pueden envenenar el debate sobre temas cruciales para la región, desde la gestión del agua y la producción frutícola hasta los proyectos energéticos en Vaca Muerta. El caso Macron, aunque lejano en la geografía, es un espejo de cómo la desinformación opera hoy en cualquier comunidad, recordándonos la importancia de un periodismo riguroso y la necesidad de una ciudadanía crítica para separar los hechos de la ficción.
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