En un pequeño pueblo ubicado en las profundidades de la selva, vivía un anciano sabio que era capaz de prever el futuro de las elecciones con solo observar a los políticos que pasaban por su tierra. En vísperas de las elecciones, el anciano notaba la presencia de los políticos sonriendo al lado de personas humildes, ofreciendo ayuda y prometiendo un cambio verdadero.
Sin embargo, el anciano sabía que estas sonrisas y promesas eran falsas, que solo buscaban el voto del pueblo para ganar las elecciones. En otras épocas, estos mismos políticos dejaban a la gente humilde esperando horas en alguna sala de espera, ignorando sus necesidades y preocupaciones.
Un día, un joven que aspiraba a un cargo político llegó al pueblo, con sonrisa en su rostro y un discurso prometedor. El anciano sabio observó su llegada, y al verlo, sintió un gran temor. Sabía que este joven era diferente a los demás políticos, que era capaz de manipular y engañar al pueblo como ningún otro.
El anciano advirtió a los habitantes del pueblo que no se dejaran engañar, que no entregaran su voto a cualquier persona que prometiera un cambio fácil y rápido. Los habitantes escucharon sus palabras y siguieron su consejo, y en las elecciones, votaron por personas honestas y comprometidas con la comunidad.
Desde entonces, el pueblo se convirtió en un lugar próspero y justo, donde la voz del pueblo era escuchada y respetada. Y el anciano sabio siguió observando, con sus ojos agudos y su sabiduría infinita, el futuro de las elecciones en su tierra.
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