La tarde del martes se vio interrumpida en el hospital “Dr. Pedro Moguillansky” de Cipolletti por un llamado al servicio de emergencias 911 que advertía sobre la presencia de un artefacto explosivo. De inmediato, las autoridades activaron el protocolo de seguridad, dando inicio a un operativo que paralizó por completo el principal centro de salud de la ciudad.
La evacuación fue la imagen más cruda del incidente. Personal sanitario, con profesionalismo y premura, trasladó a pacientes de distintas áreas, incluyendo sectores sensibles como pediatría y terapia intensiva, hacia zonas seguras fuera del edificio. La escena, cargada de incertidumbre, fue seguida de cerca por familiares y vecinos que se acercaban al perímetro de seguridad.
Según reportes de fuentes policiales, al lugar acudieron dotaciones de bomberos, personal de la Policía de Río Negro y la Brigada de Explosivos. Estos últimos fueron los encargados de realizar una inspección minuciosa de todas las instalaciones, un trabajo que se extendió durante varias horas mientras la actividad hospitalaria permanecía suspendida.
Finalmente, tras el exhaustivo rastrillaje, los especialistas confirmaron que no había ningún artefacto, declarando la situación como una falsa alarma. Si bien el alivio fue generalizado, el hecho deja un saldo de recursos públicos desviados, horas de atención médica perdidas y una profunda angustia en pacientes y trabajadores.
Este tipo de actos, lejos de ser una broma, representan un ataque directo al sistema sanitario. Generan un desgaste innecesario en equipos de emergencia que podrían estar atendiendo urgencias reales y siembran un temor que afecta la confianza en instituciones vitales para nuestra sociedad. La investigación ahora se centra en identificar el origen del llamado para que el responsable rinda cuentas ante la justicia.
Hechos como este resuenan con fuerza en todo el Alto Valle. Un hospital paralizado en Cipolletti no es un problema aislado; es un servicio esencial menos para toda la región, que atiende a vecinos de Neuquén, Allen, Cinco Saltos y más allá. La interconexión de nuestras ciudades nos hace compartir tanto las fortalezas como las fragilidades de nuestros sistemas públicos, recordándonos la importancia de cuidarlos colectivamente.
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