El tatuaje se consolidó como una forma de expresión personal masiva. Sin embargo, detrás del arte hay una decisión que involucra directamente la salud. Esta nota explora las precauciones clave, especialmente para quienes tienen condiciones preexistentes, y qué se debe exigir a un profesional para garantizar un procedimiento seguro y un resultado óptimo.
La decisión de marcar la piel de forma permanente es cada vez más común, pero la popularidad no debe opacar la seriedad del procedimiento. La seguridad, la higiene y la calidad de los materiales son pilares no negociables. Según explican profesionales del rubro, un estudio habilitado debe cumplir con protocolos de esterilización de nivel quirúrgico, utilizar agujas descartables y tintas homologadas, garantizando un entorno libre de riesgos de infecciones.
Para personas con condiciones de salud preexistentes, la consulta previa es fundamental, no solo con el tatuador sino también con un médico. “La honestidad del cliente es clave”, comenta Maxi Pérez, un tatuador con experiencia de Catriel. Condiciones como la diabetes pueden afectar la cicatrización y aumentar el riesgo de infecciones. Del mismo modo, quienes tienen predisposición a la cicatrización queloide deben saber que el tatuaje puede desencadenar la aparición de estas cicatrices abultadas y permanentes.
El diálogo con el artista es el primer paso para un procedimiento responsable. Pérez, quien trabaja en el estudio “Oh por Dios Barbería y Tattoo”, insiste en la importancia de una charla inicial para evaluar cada caso. “No se trata de negar un tatuaje, sino de entender los riesgos y adaptar el proceso. A veces, un diseño más pequeño o en una zona del cuerpo menos conflictiva es una alternativa viable”, explica. Afecciones de la piel como psoriasis o eccemas también requieren una evaluación profesional para evitar tatuar sobre áreas activas o brotes.
Más allá de las condiciones crónicas, el cuidado posterior es responsable de gran parte del éxito del tatuaje. Seguir al pie de la letra las indicaciones del profesional —que incluyen la higiene de la zona, la aplicación de cremas específicas y la protección contra el sol— es crucial para una correcta cicatrización. Un buen tatuador, señalan los especialistas, no solo se preocupa por el arte, sino que acompaña al cliente durante todo el proceso de curación con información clara.
En el Alto Valle, la cultura del tatuaje ha crecido exponencialmente, con una oferta de estudios cada vez más amplia en ciudades como Neuquén, Cipolletti y General Roca. Ante esta realidad, la información se vuelve la principal herramienta para los vecinos. Elegir a un profesional matriculado, que demuestre conocimiento y responsabilidad, no es un detalle menor: es una garantía de que el arte que llevaremos en la piel será un recuerdo positivo y no un problema de salud pública.
Su teléfono es 299 674-4830
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