Cada 13 de octubre se conmemora en Argentina el Día del Psicólogo, una fecha que va más allá del saludo de calendario. Su origen, en un encuentro de 1974, nos recuerda el rol fundamental de una disciplina que nació buscando definir una identidad profesional comprometida con la compleja realidad del país.
La elección de la fecha no es casual. Remite al Primer Encuentro Nacional de Psicólogos y Estudiantes de Psicología, celebrado en Córdoba en 1974. En un clima de efervescencia social y política, en la antesala de los años más oscuros de nuestra historia, miles de profesionales y futuros colegas se reunieron para debatir y consolidar un rol propio, diferenciado del modelo médico hegemónico y enfocado en las necesidades comunitarias y sociales. Aquel congreso fue un acto de afirmación de una psicología con los pies en el territorio.
Décadas después, esa vocación de servicio se ha vuelto más indispensable que nunca. La pospandemia dejó al descubierto la fragilidad de la salud mental a nivel colectivo y la necesidad de fortalecer los sistemas de atención. Hoy, los psicólogos no solo trabajan en consultorios, sino en escuelas, hospitales, empresas y organizaciones sociales, abordando desde crisis de ansiedad hasta violencias estructurales. Su labor, según especialistas, es clave para construir lazos más sanos y reparar el tejido social.
En el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, esta realidad se vive con particularidades. La demanda de atención en salud mental crece en ciudades como Neuquén, Roca o Cipolletti, impulsada por las presiones de la vida urbana y los ritmos de la industria hidrocarburífera. Desde el desarraigo de quienes llegan a Vaca Muerta hasta el estrés en el sector frutícola, los profesionales de la región enfrentan desafíos que exigen una escucha atenta y una perspectiva anclada en nuestro entorno. Su trabajo es un pilar silencioso pero vital para el bienestar de nuestra comunidad patagónica.
El Rebrote — voces del Alto Valle. elrebrote.com.ar